Nuestro objetivo no es recuperar o conseguir un óptimo estado nutricional, sino proporcionar bienestar y placer al paciente. Debemos señalar a la familia que no es preciso que el paciente terminal tome tantos alimentos como una persona sana, ya que tanto su actividad como sus necesidades han disminuido de una forma considerable. También debemos recordar que el paciente esta débil porque la enfermedad avanza, no por falta de alimentación.
Para conseguir nuestros objetivos debemos tener en cuenta:
- El estado de la boca
- La hidratación. Ofreceremos pequeñas cantidades de liquido (lo que el paciente quiera) siempre que no esté en un estado comatoso que pueda conllevar un atragantamiento.
- Si hay este riesgo, debemos saber que existen en el mercado unos preparados que al mezclarlos con agua consiguen una pasta gelatinosa que facilita la deglución (espesantes). Los alimentos blandos suelen ser mejor tolerados.
- La cantidad de la ingesta. Debe adaptarse al enfermo, sin presiones para conseguir que coma más.
- Los efectos secundarios de la medicación y otros tratamientos.
- La cantidad, presentación, frecuencia y el lugar donde ofrecemos la comida.
- Los gustos y horarios para adaptarnos a ellos en lo posible.
- La anorexia y al debilitamiento condicionan también las comidas. Se recomienda fraccionarlas en seis o siete tomas flexibilizando los horarios.
- Siempre que sea posible, es recomendable que el paciente coma con el resto de la familia para favorecer la sociabilidad.
- El suplemento de complejos vitamínicos o de hierro son de dudosa eficacia en este tipo de enfermos, excepto en situaciones muy concretas
- En la situación de agonía (fase avanzada del paciente terminal), la dieta debe limitarse a pequeñas ingesta de líquidos o gelatinas y a los cuidados de la boca.